Se notan que son los últimos rayos de sol, calientan pero no queman, como algunos besos.
Se nota por el color. Ya no se inundan las habitaciones del tono amarillo y fuerte del verano, ahora es más anaranjado, como un atardecer, como ese color sin nombre de la caja de ceras que está entre el amarillo y el naranja… es un tiempo indefinido, de tránsito hacia el frío y la oscuridad del invierno. El último adiós.
Desde los balcones, las plantas apuran estos momentos, para alimentar las últimas flores de la temporada, sin saber si sobrevivirán a las heladas que se acercan. Las aspas de los ventiladores se paran, vuelven a sus cajas y la función de los aires acondicionados se limitará a acumular polvo.
Si miras a las azoteas vecinas, ya no verás trajes de baño ni toallas con colores llamativos, y en los balcones empiezan a desaparecer las sillas de playa y las sombrillas acumuladas por falta de sitio.
Di adiós al azul del verano y dale la bienvenida al marrón que inundará las calles en forma de hojas muertas en el suelo y de árboles desnudos.
Cambia los cielos despejados, azules y brillantes, por las nubes y la lluvia gris. Vuelve a la sensación de dormir bajo mantas, a las duchas calientes, al olor de naftalina de los abrigos guardados en baúles. Vuelve a tener los pies fríos y la nariz como Rudolph. A sentir cada célula de tu piel cuando se erice.
Si este cambio no te gusta, tranquilo, por suerte o por desgracia, nada dura eternamente.
...lo demás eran las consabidas repeticiones de una tierra que en los inviernos parece morir en nuestros brazos y en las primaveras resucitar. Observación falsa, engaño grosero de los sentidos, que la fuerza de la primavera sería nada si el invierno no hubiera dormido.
ResponderEliminarJosé Saramago