sábado, 30 de mayo de 2009

Disección cultural

En el mundo de la noche uno puede encontrarse a una gran diversidad de personajes nocturnos, y más en una ciudad como Cádiz. En los bares uno puede hacer grandes descubrimientos e incluso adornar la situación cuando el nivel de alcohol supera lo hepáticamente permitido.
La variabilidad es amplísima y puede ir desde el pureta con pose de macho en la barra hasta el señor de pelo blanco que baila de forma descontrolada aunque no suene la música (indivído de misteriosa procedencia que puede ser visto en lugares como el Medussa o el Cambalache). Eso sí, pasando por el sector Erasmus y sus divertidísimos planes de estudio, (Alice no va por tí).
Quizás sea por los días de viento que estamos sufriendo o el ofício del protagonista de esta historia pero el descubrimiento se produjo en uno de esos maravillosos antros gaditanos que tanto visitamos los estudiantes en estas fechas tan bonitas y relajadas. Evidentemente me refiero a las salas de estudio.
No era excesívamente tarde y el protagonista de la historia, que a partir de ahora llamaremos doctor J (de 5º), se disponía a guiar su mente por los caminos de la medicina. El hombre lo intentaba y le ponía voluntad, pero no era capaz de centrarse...no paraba de moverse...lo vi incluso sudar...y tras uno de sus suspiros se levantó de su asiento, se acercó hacia mí y me preguntó textualmente..." perdona...¿tu tienes por ahí ...una navajita...o algo que corte?". En seguida pensé que se trataba de un excelente estudiante de medicina de esos que son incapaces de estudiar sin ver las cosas con sus propios ojos, salpicarse de saber y mancharse las manos de sangre para en un futuro poder salvar vidas. Cortarse las venas y dejar correr su sangre mientras que con su reloj hace cálculos para ver el tiempo de coagulación.
Al contestarle que no tenía, y que si encontraba a alguien que la tuviese se preocupase, le comené que lo único que tenía era una cuchara de metal, y concretamente de la cafetería de la facultad,(las becas de la UCA se las cobra uno como quiere).
Al cabo de un minuto apareció con un cuchillo de plástico y me djo que lo acompañara. Salimos de la sala y por fin supe cual era la finalidad de su búsqueda.
Sentado en un banco y posado sobre sus piernas sostenía un maravilloso, reluciente y grueso manual de la CTO (graciosa recopilaciónde datos para el MIR). Me pidió ayuda, y entre los dos desmembramos el libro a lo Lecter...sin máscara, pero sí con cara de psicópatas.
A golpe de cucharazo y tenedor obtuvimos la verdad de la neurología y la reumatología mientras que los que salían a fumar nos miraban probablemente pensando...esos tios sí que son de los que se comen los libros cuando llega la hora de estudiar.

Ma

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